
Los pocos anarquistas que rechazan la democracia directa para la toma de decisiones en las asociaciones libres prefieren, en general, el consenso. El consenso es el hecho de que todos los miembros de una asociación estén de acuerdo con una decisión antes de aplicarla. Así, el consenso impide cualquier dominación de la mayoría sobre la minoría y se ajusta más a los principios anarquistas.
El consenso, aunque es la «mejor» opción en el proceso de toma de decisiones, ya que todos están de acuerdo, tiene sus problemas. Como muestra Murray Bookchin al describir su propia experiencia del consenso, éste puede conducir a una cierta forma de autoritarismo:
«Para crear un consenso total en torno a una decisión, las minorías insumisas eran a menudo sutilmente inducidas, o coaccionadas psicológicamente, a votar a favor de la decisión problemática, en la medida en que su disidencia equivale la mayoría de las veces al veto de una sola persona. Esta práctica, denominada «standing aside» en el proceso de consenso estadounidense, implica con demasiada frecuencia la intimidación de los disidentes para que se retiren por completo del proceso de toma de decisiones, en lugar de seguir expresando su desacuerdo mediante el voto, aunque estén en minoría, según sus ideas. Al retirarse, dejan de ser seres políticos, por lo que se puede tomar una «decisión» […] pero el «consenso» sólo podría alcanzarse después de que los miembros disidentes se hayan retirado del proceso.
Desde un punto de vista más teórico, el consenso impide el aspecto más vital de cualquier diálogo: el «disenso». [Palabra latina, formada sobre la base del «consenso». A veces se utiliza para referirse al fracaso de la búsqueda de consenso. En este caso, se refiere a la situación en la que se busca oponer todas las opiniones, con el fin de hacer avanzar el diálogo]. La disidencia continua, el debate apasionado que persiste incluso después de que una minoría haya obtenido temporalmente la mayoría […] [son] sustituidos […] por monólogos monótonos – y dan paso al tono algodonoso del consenso impenitente. En un sistema en el que la mayoría toma decisiones, la minoría derrotada puede decidir anular una decisión: es libre de acumular desacuerdos razonados y potencialmente persuasivos. El consenso, en cambio, no honra a ninguna minoría, sino que la obliga a callar en favor de la «unidad» metafísica del grupo que ha tomado el «consenso».» [«Communalism: The Democratic Dimension of Anarchism», Democracy and Nature, no. 8, p. 8]
Bookchin «no niega que el consenso pueda ser una forma adecuada de toma de decisiones en pequeños grupos de miembros que se conocen bien.» Pero señala que, en la práctica, su propia experiencia le ha llevado a descubrir que «cuando los grupos más grandes toman sus decisiones por consenso, esto les obliga la mayoría de las veces a encontrar el mínimo común denominador intelectual en su toma de decisiones: se adopta la propuesta menos controvertida o mediocre que pueda satisfacer a una asamblea, precisamente porque todos deben estar de acuerdo con ella o negarse a votarla». [Murray Bookcin, Op. Cit., p. 7.]
Así, debido a su naturaleza potencialmente autoritaria, la mayoría de los anarquistas niegan que el consenso sea el aspecto político de una asociación libre. Aunque es ventajoso tratar de lograr el consenso, en la práctica es imposible conseguirlo – especialmente en grupos grandes – sin tener en cuenta sus otros aspectos negativos. El consenso a menudo degrada una sociedad o una asociación libre al intentar corromper la individualidad en nombre de la comunidad y la disidencia en nombre de la solidaridad. Ni la verdadera comunidad ni la verdadera solidaridad se alimentan cuando el desarrollo y la expresión de un individuo se ven abortados por la presión y el desacuerdo públicos. Dado que todos los individuos son únicos, todos tienen puntos de vista diferentes y hay que animarles a expresarlos. La sociedad evoluciona y se enriquece con las acciones e ideas de los individuos.
En otras palabras, los anarquistas que apoyan la democracia directa hacen hincapié en el «papel creativo de la disidencia» que, según temen, «tiende a desvanecerse en la gris uniformidad del consenso». [Murray Bookchin, Op. Cit., p. 8.].
Hay que subrayar que los anarquistas no están a favor de un proceso de decisión mecánico en el que la mayoría expulsa a la minoría y la ignora. Ni mucho menos. Los anarquistas que apoyan la democracia directa la ven como un proceso de debate dinámico en el que la mayoría y la minoría se escuchan y se respetan al máximo, y toman una decisión en la que todos obtienen algo a cambio (en la medida de lo posible). Consideran que la participación en asociaciones que utilizan la democracia directa es un medio para crear intereses comunes, como un proceso que fomenta la diversidad, la expresión individual y de las minorías y reduce cualquier tendencia de las mayorías a marginar u oprimir a las minorías, promoviendo la discusión y el debate sobre cuestiones importantes.
Traducido por Jorge JOYA
Original: http://www.anarchistfaq.org