Federalismo (1867) – Mijaíl Bakunin

Este texto es la primera parte de un discurso pronunciado por Bakunin ante la Liga por la Paz y la Libertad en el Congreso celebrado en Ginebra en 1867, cuando los contrastes entre Prusia y Francia corrían el riesgo de arrastrar a toda Europa a una conflagración bélica. Bakunin explicó su visión de una federación europea que no tiene nada que ver con los estados que se han formado a lo largo de la historia. De hecho, su propuesta prevé la formación de comunidades autónomas de forma voluntaria.

Fuente: Obras de Bakunin, Volumen I: Federalismo, Socialismo y Antiteologismo, 1895.

Nos complace poder afirmar que este principio de federalismo fue aclamado unánimemente por el Congreso de Ginebra. La propia Suiza, que ahora la practica tan felizmente, se ha adherido a ella sin restricciones y la ha aceptado en todas sus consecuencias. Desgraciadamente, en las resoluciones del Congreso, este principio ha sido muy mal formulado e incluso sólo se menciona de forma indirecta, primero con motivo de la Liga que vamos a crear, y a continuación, en relación con el diario que vamos a redactar con el nombre de «Estados Unidos de Europa», cuando, en nuestra opinión, debería haber ocupado el primer lugar en nuestra declaración de principios.

Esta es una laguna muy desafortunada que debemos apresurarnos a llenar. De acuerdo con el sentimiento unánime del Congreso de Ginebra, debemos proclamar :

1° Que para hacer triunfar la libertad, la justicia y la paz en las relaciones internacionales de Europa, para hacer imposible la guerra civil entre los diferentes pueblos que componen la familia europea, sólo hay un camino: es constituir los Estados Unidos de Europa.

2° Que los Estados de Europa nunca podrán formarse con los Estados tal como están constituidos ahora, en vista de la monstruosa desigualdad que existe entre sus respectivas fuerzas.

3º Que el ejemplo de la difunta Confederación Germánica ha demostrado perentoriamente que una confederación de monarquías es una burla; que es impotente para garantizar ni la paz ni la libertad de las poblaciones.

4° Que ningún Estado centralizado, burocrático y por tanto militar, aunque se llame república, puede entrar seria y sinceramente en una confederación internacional. Por su constitución, que siempre será una negación abierta o enmascarada de la libertad interior, sería necesariamente una declaración de guerra permanente, una amenaza para la existencia de los países vecinos. Fundado esencialmente en un acto de violencia posterior, la conquista, o lo que en la vida privada se llama el robo -un acto bendecido por todas las religiones institucionalizadas, consagrado por el tiempo y transformado así en derecho histórico- y apoyándose en esta consagración divina de la violencia triunfante como derecho exclusivo y supremo, todo Estado centralista se plantea como una negación absoluta del derecho de todos los demás Estados, no reconociéndolos nunca en los tratados que celebra con ellos, salvo por interés político o por impotencia.

5° Que todos los miembros de la Liga deben, pues, esforzarse por reconstituir sus respectivas patrias, a fin de sustituir la antigua organización fundada, de arriba abajo, en la violencia y en el principio de autoridad, por una nueva organización que no tenga otra base que los intereses, las necesidades y las preferencias naturales de las poblaciones, ni otro principio que la libre federación de los individuos en las comunas, de las comunas en las provincias, de las provincias en las naciones y, finalmente, de éstas en los Estados Unidos de Europa primero y del mundo entero después.

6° En consecuencia, abandono absoluto de todo lo que se llama derecho histórico de los Estados; todas las cuestiones relativas a las fronteras naturales, políticas, estratégicas y comerciales deben ser consideradas en lo sucesivo como pertenecientes a la historia antigua y rechazadas enérgicamente por todos los miembros de la Liga.

7º Reconocimiento del derecho absoluto de toda nación, grande o pequeña, de todo pueblo, débil o fuerte, de toda provincia, de toda comuna, a la autonomía completa, siempre que su constitución interna no sea una amenaza y un peligro para la autonomía y la libertad de los países vecinos.

8° El hecho de que un país haya formado parte de un Estado, aunque se haya unido a él libremente, no significa que esté obligado a permanecer unido a él para siempre. Ninguna obligación perpetua puede ser aceptada por la justicia humana, que es la única que puede tener autoridad entre nosotros, y nunca reconoceremos otros derechos o deberes que los basados en la libertad. El derecho de libre reunión y secesión, igualmente libre, es el primero y más importante de todos los derechos políticos, sin el cual la confederación nunca sería más que una centralización enmascarada.

9º De todo lo anterior se desprende que la Liga debe proscribir francamente toda alianza de tal o cual facción nacional de la democracia europea con los Estados monárquicos, incluso si el objetivo de tal alianza fuera recuperar la independencia o la libertad de un país oprimido; tal alianza, que sólo podría conducir a la decepción, sería al mismo tiempo una traición a la revolución.

10° Por otra parte, la Liga, precisamente porque es la Liga de la Paz y porque está convencida de que la paz sólo puede conquistarse y fundarse en la más íntima y completa solidaridad de los pueblos en la justicia y la libertad, debe proclamar vivamente su simpatía por toda insurrección nacional contra toda opresión, ya sea extranjera o autóctona, a condición de que esta insurrección se realice en nombre de nuestros principios y en interés tanto político como económico de las masas populares, pero no con la ambiciosa intención de fundar un Estado poderoso.

11° La Liga emprenderá una guerra total contra todo lo que se llama gloria, grandeza y poder de los Estados. A todos estos ídolos falsos y malvados, a los que se han inmolado millones de víctimas humanas, opondremos las glorias de la inteligencia humana manifestada en la ciencia y de una prosperidad universal fundada en el trabajo, en la justicia y en la libertad.

12° La Liga reconocerá la nacionalidad como un hecho natural, con derecho incuestionable a una existencia y un desarrollo libres, pero no como un principio, ya que todo principio debe tener el carácter de universalidad y la nacionalidad es, por el contrario, sólo un hecho exclusivo y separado. Este llamado principio de nacionalidad, tal como lo establecen en nuestros días los gobiernos de Francia, Rusia y Prusia, e incluso muchos patriotas alemanes, polacos, italianos y húngaros, no es más que una derivación del espíritu de la revolución por la reacción: eminentemente aristocrático en el fondo, hasta hacer despreciar los dialectos de las poblaciones iletradas, negando implícitamente la libertad de las provincias y la autonomía real de las comunas, y apoyado en todos los países no por las masas populares, cuyos intereses reales sacrifica sistemáticamente a un supuesto bien público, que nunca es más que el de las clases privilegiadas, – este principio no expresa más que los supuestos derechos históricos y la ambición de los Estados. Por lo tanto, el derecho de la nacionalidad nunca puede ser considerado por la Liga más que como una consecuencia natural del principio supremo de la libertad, dejando de ser un derecho desde el momento en que se opone a la libertad, o incluso sólo fuera de la libertad.

13° La unidad es la meta hacia la que tiende irresistiblemente la humanidad. Pero se convierte en algo fatal, destructor de la inteligencia, de la dignidad y de la prosperidad de los individuos y de los pueblos, siempre que se forme al margen de la libertad, bien por la violencia, bien bajo la autoridad de alguna idea teológica, metafísica, política o incluso económica. El patriotismo que tiende a la unidad al margen de la libertad es un mal patriotismo, siempre perjudicial para los intereses populares y reales del país que pretende exaltar y servir, amigo, a menudo sin saberlo, de la reacción, enemigo de la revolución, es decir, de la emancipación de las naciones y de los seres humanos. La Liga no puede reconocer más que una unidad: la que se constituirá libremente por la federación de asociaciones autónomas en el conjunto, de modo que ésta, dejando de ser la negación de los derechos e intereses particulares, dejando de ser el cementerio donde se entierran necesariamente todas las prosperidades locales, se convertirá por el contrario en la confirmación y la fuente de todas estas autonomías y de todas estas prosperidades. Por ello, la Liga atacará enérgicamente toda organización -religiosa, política, económica y social- que no esté absolutamente impregnada de este gran principio de libertad: sin él no hay inteligencia, ni justicia, ni prosperidad, ni humanidad.

Tales son, señores, en nuestra opinión, y sin duda en la de ustedes, los desarrollos y las consecuencias necesarias de este gran principio de federalismo que el Congreso de Ginebra ha proclamado altamente. Estas son las condiciones absolutas, pero no las únicas, de la paz y la libertad.

[Traducido por Jorge JOYA]

Original: https://www.panarchy.org/bakunin/federalisme.html

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