COMEDIANTE – La Enciclopedia Anarquista – Sébastien Faure

COMEDIANTE

n.

El que interpreta una comedia en un teatro público. El trabajo del actor consiste en asumir el papel del personaje que interpreta en la obra, en utilizar todas sus habilidades para copiar sus vicios, su moral, sus defectos o sus cualidades, con el fin de presentárselos al espectador de la forma más precisa y natural posible. Debe saber despertar la emoción, la alegría o la tristeza, el júbilo o el terror. Debe involucrar e interesar al público en la comedia que está representando, y por turnos desatar la risa y las lágrimas. Un buen cómico suele ser un gran artista y su arte requiere una verdadera capacidad de adaptación.

Hoy en día, los cómicos son admirados y adulados, pero no siempre fue así, y hasta hace poco estaban excluidos del resto de la sociedad, y no fue hasta 1789 cuando se les permitió disfrutar de sus derechos civiles y políticos. Incluso en la época del gran Molière, que sin embargo fue admitido en la mesa de Luis XIV, los comediantes eran víctimas de una ensordecedora hostilidad, y sólo se les consideraba bufones encargados de entretener a la aristocracia. La Revolución de 1989 borró esta injusticia, y esto fue algo bueno para el arte teatral. El actor se liberaba y era capaz de traducir perfectamente la obra del poeta o del escritor. Algunos actores han adquirido una fama mundial realmente justificada. En nuestra época, quienes han tenido el placer y la alegría de escuchar a Sarah Bernhardt, Réjane, Lucien Guitry o el gran De Max (nos disculpamos por hablar sólo de la escena francesa) han guardado un recuerdo inefable de ellos.

Desgraciadamente, el actor no sólo se encuentra en el escenario del teatro; uno también se encuentra con ellos en cada momento de la vida, lo que quizá sea también una gran comedia de la que nosotros somos los actores. Pero no todos los actores son sinceros, y hay algunos que se enmascaran e interpretan con notable perfección el papel que se han asignado. Estos actores son peligrosos, sobre todo porque no admiten ser personajes de ficción, sino que intentan convencer a su público de su realidad, mientras todo en ellos es convención y mentira. Y estos comediantes se encuentran en todas partes; abundan en los parlamentos, en los tribunales e incluso en las organizaciones sociales y sindicales. Abogados, diputados, magistrados, tantos actores que interpretan tan bien su papel que el pueblo es continuamente engañado, a pesar de los consejos y los ejemplos. Si el actor, a través de su arte, embellece nuestra vida y nos hace olvidar a veces la tristeza y las dificultades de la existencia, si nos permite alejarnos de la triste realidad para adormecernos un poco en el sueño, si ocupa nuestro ocio y nos descansa de la lucha diaria árida y feroz, si tiene derecho en consecuencia a toda la consideración de los hombres, el cómico político y social es un ser maligno del que hay que alejarse y al que hay que combatir con toda nuestra energía.

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